lunes, 14 de septiembre de 2009

Puerto Pirámides

Las gigantes ballenas francas por las que es famosa la Península Valdés llegan a la zona año a año durante el mes de mayo. A 77 kilómetros de Puerto Madryn, en las costas del mar Atlántico ellas escogen esta gigantesca Reserva Natural de 360 mil hectáreas que fue declarada por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.

El trayecto en ruta hasta la llegada al lugar es de por sí único, el mar patagónico, el Golfo Nuevo y el Golfo San José. A veinticinco kilómetros de la entrada al complejo se encuentra Puerto Pirámides, el único lugar donde vive la población nativa, y el lugar por excelencia para observar a las famosas ballenas francas del sur. Reposan allí de mayo a diciembre y son tal vez uno de los atractivos turísticos y naturales más importantes que tenga el país.

Estos gigantescos mamíferos habitan las aguas del golfo para procrear y dar a luz a sus crías. Hay seis empresas que posibilitan al visitante acercarse a las ballenas, aun más que la propia orilla del mar. Se realizan excursiones en barco que duran aproximadamente una hora. O bien también el turista puede vestirse de buzo y pasar un rato junto a las ballenas.

Sin embargo pese a tan bello paisaje, la contaminación existente en los mares suramericanos, afecta seriamente la integridad de la población de 2500 ballenas que se trasladan a estas zonas. Para evaluar estos efectos es que se hará una convención los próximos 28 y 29 de septiembre, contará con la participación de investigadores y conservacionistas de Argentina, Brasil, Uruguay, Chile y Estados Unidos será en Puerto Madryn en el Ecocentro y será financiada por el International Fund for Animal Welfare (IFAW).

domingo, 13 de septiembre de 2009

Un espejo patagónico

El lago Nahuel Huapi se encuentra ubicado dentro del Parque Nacional Nahuel Huapi y es compartido por las provincias de Neuquen y Río Negro.


Ya sea ir desde Bariloche en avión o por tierra, el encuentro repentino con ese gran espejo de agua al pie de la Cordillera y lindero a la estepa, es impresionante.


El lago cuando está en calma, es un grandioso espejo azul en el cual se reflejan los bosques y montañas, un paisaje único que se duplica en el agua.

Con el cielo nublado su color se torna gris acero. Durante los días de fuerte viento, grandes olas atraviesan el lago generalmente de oeste a este y forman pequeños arcos iris.


En verano, todas sus playas son muy concurridas y es posible disfrutar en algunas ocasiones de un chapuzón. Para los que no se arriesgan al agua fría, disfrutar de unos mates en la orilla hasta el atardecer, es una muy buena opción.


La navegación es permitida en todo el lago, con las previsiones del caso y cumpliendo los requerimientos pedidos por Prefectura.

La invitación a conocer el lago, navegarlo o simplemente disfrutarlo está hecha.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Lo mejor de Córdoba, en su estado más puro

En los últimos años, el desarrollo turístico cordobés creció notablemente. Las bondades de las sierras se propagan por todo el mundo, y miles de personas se suman por temporada a la experiencia de las Altas Cumbres, o jugar a ser alemanes por unos días en Villa General Belgrano. Sin embargo, como cualquier lugar en el globo, también tiene su rincón escondido. En este caso se trata de El Durazno, una pequeñísima localidad de tan sólo 15 habitantes (¡!) ubicada a siete kilómetros de Villa Yacanto, en el Valle de Calamuchita. Sin luz eléctrica ni agua corriente, se erige tal vez como uno de los últimos parajes de la región sin explorar (ni explotar). Y por eso es el más puro.

La escala de verdes es la primera gran sorpresa: la aridez que la precede parece no hacerle mella, y la culpa es del río homónimo sobre el que descansa. Cristalino y frío (es agua de deshielo), en verano es parada obligatoria para refrescarse. Caminarlo ofrece una variedad de paisajes impensados, sobre todo si se incluye en la ruta el magnífico (y en muy buen estado) puente colgante. También se puede practicar pesca con mosca y señuelos (siempre con devolución obligatoria). Pero la mejor experiencia es coronar la jornada sentado en una piedra, leyendo un libro, con el correr del agua como única música de fondo, esperando el anochecer.

La única posibilidad de hospedaje son los campings (aunque algunos también empiezan a ofrecer cabañas), prolijos y muy bien atendidos. En su mayoría son estancias reacomodadas a los apurones, en donde sus dueños todavía se encuentran encantados con la nueva oportunidad. Curioso, pero entendible: las proveedurías son también los almacenes del barrio.

Para los que van sin auto, la caminata desde Villa Yacanto hasta la poblada (imposible hacer dedo) se hace difícil. Pese a ser en constante bajada, el sol arde, y no hay sombras donde descansar. El estímulo, sin embargo, no tarda en llegar: como la platea de un anfiteatro, la recompensa final se deja ver a los pocos minutos. Y no es ni más ni menos que un oasis, todo verde y puro, sin fábricas de dulces cada vez más industriales.